Investigador de la UTA analiza la significación histórica del Carnaval

Comparte la noticia

Share on facebook
Share on twitter
Share on whatsapp
Share on email

Estamos ya celebrando el Carnaval “Con la fuerza del Sol”, festividad que congrega a mujeres y hombres que habitamos estos territorios transfronterizos, por lo cual necesitamos interiorizarnos sobre dicha celebración. Al respecto, el Dr. Alberto Díaz Araya, investigador de la Universidad de Tarapacá entrega una serie de antecedentes.

Históricamente, el Carnaval es una antigua fiesta que conjuga complejos elementos que van desde las raíces indígenas hasta manifestaciones traídas por los europeos, y que han dado forma a interesantes rituales que se celebran entre juegos y cánticos por toda América. Pero ¿qué es en definitiva el Carnaval? Sabemos que proviene del término carnestolendas, vieja expresión castellana referida a la carne y al tollere que significa quitar. Se asocia al latín carniprivium que es privar de carne, circunscrita al periodo de la Cuaresma que se inicia el miércoles de cenizas hasta la llegada de la Semana Santa. Existen antecedentes que los primeros cristianos no consumían carne durante la Cuaresma como respeto y veneración al cuerpo de Cristo; práctica que solo desde finales del siglo XIX se concentró en el viernes santo como el momento para la abstinencia en el consumo de carne, día que aún sigue vigente. La fiesta del Carnaval está vinculada a las celebraciones cristianas circunscritas a la Semana Santa, como la etapa previa de los feligreses para introducirse a un periodo de meditación, penitencia y oración. La movilidad de la Semana Santa entre los meses de marzo o abril responde al mapa lunar hebreo que la Biblia grafica en la celebración de la pascua, de ahí que el rito carnavalesco posea igual desplazamiento anual, pero cuarenta días antes de la Pascua (este año celebraremos a inicios de marzo los carnavales).

Durante la Edad Media el Carnaval tomó vigor entre los aldeanos europeos, masificándose en expresiones propias de la Cultura popular. Ya para el Renacimiento integrará los trajes, mudanzas y juegos. En este periodo, otros sinónimos de Carnaval eran antruejo y carnal. Antruejo viene de entroido (introitus) que significa entrada de cuaresma. En portugués antiguo esta palabra se refiere a “divertirse en carnaval”. Antruejada es también una broma grotesca, propia de los juegos de carnavales. Con los años, el Carnaval progresivamente se va alejando de los ritos cristianos, asociándose a manifestaciones populares tildadas por el clero de la época como “propias de la plebe”.

En los Andes no fue reconocida por la autoridad eclesial, tanto así que para el Concilio de Lima de 1582 no se incluyó como festividad religiosa porque atentaba contra la moral de la sociedad Colonial. En resumidas cuentas, el Carnaval significaba un tiempo de fiesta, de juegos, bailes para llegar al momento de la purificación del alma durante la Semana Santa Colonial.

Para el caso andino, antes de la conquista hispana los indígenas ya realizaban rituales donde lucían brillantes trajes en honor al lnka o a las deidades tutelares como los Apus o Mallkus. Durante el periodo colonial, el Carnaval sintetizó los ritos y cultos andinos con las celebraciones traídas desde España. Los cronistas registraron estas fiestas como “Anatas”, término de origen aymara que según el diccionario de Luduvico Bertonio del año 1612 vendría del vocablo “Anatatha” que se traduce como “Jugar”. Nuestro querido profesor Manuel Mamani nos enseñó tiempo atrás que Anata era “jugar, esparcimiento”; por lo tanto, indiscutiblemente existe un estrecho vinculo entre la fiesta andina de la Anata y el Carnaval. Ambos apelan al momento del “juego”, donde se trastoca la vida cotidiana y se alteran los roles sociales. Los hombres se pueden vestir de mujer, la comunidad entera puede correr, además de tirar diana (que en aymara es arena, pero también es un acto de libación); pueden enfrentarse en peleas simbólicas, lanzarse frutos, membrillos, danzar, beber y tocar aerófonos como pinkillus y tarkas. Son las parcialidades, que se ajustan y encuentran, como en un antiguo tinku.

El carnaval andino se ha sincretizado con ceremonias para la producción agrícola o en eventos petitorios para las lluvias o para la abundancia de la siembra y cosecha. En algunos poblados, la festividad recae sobre la figura del tío, abuelo o Ño carnavalón, donde hay cánticos alusivos, siendo enterrado para llevar todas las experiencias comunitarias vivenciadas durante el viejo año.

El desorden ancestral de la fiesta no es más que el juego simbólico del cambio de roles, con sonoridades andina cuerpos danzantes de afrodescendientes y expresiones de coreografías y trajes multicolores desplazados en los pasacalles de una región multicultural y transfronteriza. “Con la fuerza del Sol”, es el Carnaval de la comunidad nortina, con sus diferentes identidades e historias profundas, entre bombos, bronces, tarkas y serpentinas que adornan al desierto.

fuente: https://www.uta.cl/investigador-de-la-uta-analiza-la-significacion-historica-del-carnaval/web/2019-02-25/105950.html